Echando al turismo

En las últimas tres semanas ingresaron a la Capital Federal más de 630.000 turistas. De ese total, el 55% corresponden a extranjeros que gastan, en promedio, 107 dólares por día. Su estancia porteña se remonta a entre 6 o 7 noches en hoteles de entre tres y cinco estrellas. Hasta ahí la mera enumeración estadística de las visitas que arriban a la Capital Federal con la intención de sacarse fotos junto al Obelisco o frente a la Casa Rosada.
Pero también arreciaron en estos días las denuncias de malos tratos a los turistas, en especial a los extranjeros. Taxistas violentos, vendedores pegajosos o ventajeros, vecinos molestos con el espasmódico andar de quienes portan máquinas de fotos y dólares para llevarse todos, usuarios de restaurantes -en especial en la zona de San Telmo- que tienen que hacer largas colas para comer ante la invasión de los extranjeros.
Cuatro mujeres, españolas y amigas ellas, me contaban el maltrato recibido en dos oportunidades por taxistas ("gracias a Uds., los españoles, tenemos la corrupción instalada en este país" o el quejarse por el perfume de una de ellas) y que sólo se quedaban por respeto a sus conocidos. Otra turista española realizó una denuncia en el Aeroparque Jorge Newbery por el robo de algunas pertenencias, por lo que fue detenido un docente patagónico a quien se le encontró, entre sus pertenencias, lo que se le había sustraído a la mujer. En fin, muchas son las historias de lo mal que se trata al turismo en general.
Ahora viene una gran inquietud: ¿por qué vienen a la Argentina? La respuesta, al menos la mía, es que lo hacen por los beneficios que le otorga el cambio de euros a pesos y por las bondades del paisaje. De atención y de amabilidad, ni hablar.

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