Se me pianta un lagrimón

Mis abuelos vivían en San Telmo -yo lo hice de grande- y el Parque Lezama era un lugar recurrente. Por ende, la escultura de La Loba Romana, amamantando a Rómulo y Remo, era una imagen cotidiana para un chico con su triciclo, como en mi caso. Es por eso que grande fue mi tristeza al enterarme que la ola de inseguridad se cobró parte de la escultura, que fuera donada por la ciudad de Roma y entregada -el 25 de mayo de 1910, con motivo del centenario de la Revolución de Mayo- por el rey de Italia, Humberto I, al entonces embajador argentino Roque Sáenz Peña.

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