Carta al futuro presidente/a

Nací y viví desde siempre en nuestro país. He pasado como vos las innumerables situaciones que devinieron de las constantes crisis. Atravesé las idas y venidas, los golpes institucionales, gobiernos y desgobiernos, ilusiones y desilusiones, pero igualmente no puedo no creer, ni en la gente ni en mi país. No dejo de pensar en que algún día podrá ser que, de una vez por todas, nos demos cuenta de nuestro poderío, que tengamos respeto sin solemnidades, que nos miremos unos a otros, que cambiemos el rostro, que exijamos cumplimiento de las promesas expresadas, que corramos de verdad detrás de lo importante, para que lo urgente sea sólo en casos de extrema necesidad. Que dejemos la hipocresía, que no barramos debajo de la alfombra. Creo firmemente que las sociedades no mueren, renacen. Creo entonces en el renacer de cada inividuo, en los valores puros con que todos nacemos, en que dejemos de ser una sociedad enferma para pasar a ser una sociedad que enfrente sus crisis, buscando soluciones y no salidas mágicas. Ahora en las puertas de una eleccion, sentí el deseo de escribir una carta abierta; no pensando en un mensaje político, sino sintiendo la necesidad como ciudadano de pedir lo que preciso, de hacer saber que no dejo de creer que hay formas de lograrlo. Quería compartirla con vos, para que si estás de acuerdo la hagas tuya y la compartas con otros, y quizás entonces le llegue a quienes nos gobiernan y se enteren de que estamos aquí, despojados de indiferencia, queriendo ser parte protagónica de todo lo que nos pasa.


Sr. Presidente: Una vez más nuestro pueblo junta con esfuerzo su necesidad de volver a creer en alguien. La ilusión, ese sentimiento que ha sido durante tantos años devastado por los sucesivos gobernantes de turno de nuestra incipiente democracia, vuelve a resurgir ante el advenimiento de un nuevo gobierno. Tenemos un país rico en su potencial, pero pobre en su realidad, con una educación en decadencia, con carencias terribles en la atención de la salud, con una estructura productiva que en otros tiempos fue modelo en el mundo y que hoy se encuentra entre la de los países más pobres. Tenemos familias hambreadas por la falta de trabajo, arrastradas a la pérdida constante de la dignidad y el respeto que cada hombre gana con el fruto de su dedicación laboral cotidiana. En suma, Sr. Presidente, a nuestro país le quedan sus riquezas mal aprovechadas y el gran patrimonio de un pueblo que debe ser conducido por alguien que no transe, que no entregue los ideales de refundar la nación y que, sobre todo, termine con la vieja costumbre de hacer del gobierno una fuente de riqueza personal, se despoje del protagonismo mediático, de las actitudes payasescas, de la demagogia inconducente y de tantos otros males que han aquejado a la clase política que nos ha conducido en la mayoría de los gobiernos seudo democráticos, los cuales siempre descargaron su constante ineficacia, culpando a los gobiernos anteriores y, cuando terminaron sus mandatos, se retiran indemnes, atreviéndose todavía a presentarse en cargos legislativos y salir en televisión arrogándose el derecho de decir lo que hay que hacer, para solucionar problemas que ellos mismos ocasionaron cuando fueron gobierno. Lo cual constituye un evidente síntoma de caradurez aguda y de burla al pueblo que no tiene micrófono para contestarles, y debe tragarse su bronca como siempre. No me dirijo a usted como empresario ni tampoco como un hombre de los medios, sino como un argentino que todavía cree que podemos, entre todos, construir la Nación que "no supimos conseguir" hasta el momento. Nadie le pide a usted que nos enriquezca. Debemos lograr terminar con el asistencialismo y la prebenda. El hombre debe crecer por su propio esfuerzo, debe madurar a través de sus propios logros, pero el país donde uno habita debe por lo menos ofrecer la oportunidad a cada uno de nosotros de demostrar nuestras capacidades, de recibir una compensación acorde al esfuerzo que realizamos. Sueño con ver algún día a los dirigentes de mi país dejando de reirse cuando no hay de que reir mientras nuestros chicos mueren de hambre. Dejando de viajar por el mero hecho de sociabilizar con dirigentes del primer mundo, sacándose fotos que sólo engrosan sus álbumes personales. Dejando de poner en la proa de sus objetivos sus ambiciones electoralistas de poder, utilizando el mismo a favor de intereses foráneos sin un sentimiento nacionalista de crecimiento y engrandecimiento de nuestra patria. Sueño, Sr. Presidente, con un hombre que conduzca el país con sentido común, con prioridades esenciales para su pueblo, con respeto por la aplicación de justicia sin la búsqueda del manejo de los jueces. Fuimos un pueblo dormido, concesivo y muchas veces cómplice con el silencio de tantas barbaridades cometidas, pero hemos sido también un pueblo víctima de la estafa en las promesas incumplidas, de la burla en la entrega de nuestros intereses, de la decadencia institucional por el perverso sistema electoral y por el mal uso de los sillones del poder, en los cuales suelen encaramarse individuos que se olvidan de sus promesas y traicionan descaradamente el mandato popular. Tenemos como ciudadanos la paradoja de poseer un derecho, el derecho a voto que no podemos ejercer con libertad ya que estamos obligados a hacerlo constituyéndose en la base de una contradicción manifiesta al ser incomprensiblemente un derecho y una obligación a la vez. Nos han robado parte de nuestras fuentes de riqueza a través de una política entregacionista, han pactado impunemente con la vida de nuestros muchachos en los golpes de estado o en Malvinas (y siempre han pagado los que no participaron de ningún festín). Pero lo más terrible, Sr. Presidente, es que nos han robado la ilusión que nadie más que nosotros mismos estamos en condiciones de recuperar. Por eso le escribo esta carta. Usted tiene por delante varios años de gobierno según el período que le ha tocado, pero tiene mucho tiempo menos en su haber para demostrar con actos responsables que es merecedor de una confianza que hoy el pueblo está decidido a no regalar nunca más. No existen los hombres perfectos, por lo tanto no le pido perfección. Sólo le ruego que ante cada medida de gobierno piense que en sus manos están muchos desahuciados, muchos sin esperanzas, muchos jóvenes con un futuro incierto, muchos ancianos con 40 años de trabajo sin compensación adecuada. En fin, muchísimos argentinos que no nos fuimos a ninguna parte y que esperamos aquí, en nuestra tierra, la posibilidad de concretar nuestros sueños.
ES TIEMPO DE QUE SE HAGA JUSTICIA. ES TIEMPO DE QUE SEA NUESTRO TIEMPO, DE UNA VEZ Y PARA SIEMPRE.




Daniel J. Martínez

Ciudadano argentino

(conductor del programa Buenas Compañías por AM 1030-Radio del Plata)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Gracias! por ser vocero de mis pensamientos... todavía mantengo viva la confianza,QUE LAS COSAS CAMBIARAN, QUE LOS DIRIGENTES CUMPLICARAN SU RESPONSABILIDAD DE "MANDATARIOS" y NO APLICARAN EL "PODER" por el privilegio que les da el puesto a quedar eximidos de culpa y cargo.
Sería interesante, que muchos más profesionales de la COMUNICACION hagan uso y respeto de su LIBERTAD de EXPRESION.
Nuevamente... GRACIAS!!!!!!!!!!
Anónimo ha dicho que…
Gracias! por ser vocero de mis pensamientos... todavía mantengo viva la confianza,QUE LAS COSAS CAMBIARAN, QUE LOS DIRIGENTES CUMPLICARAN SU RESPONSABILIDAD DE "MANDATARIOS" y NO APLICARAN EL "PODER" por el privilegio que les da el puesto a quedar eximidos de culpa y cargo.
Sería interesante, que muchos más profesionales de la COMUNICACION hagan uso y respeto de su LIBERTAD de EXPRESION.
Nuevamente... GRACIAS!!!!!!!!!!