La imagen trucha


Carlos Gardel, el mudo, el zorzal, el zorzal criollo, el morocho del Abasto, el alma que canta, el maestro o el troesma, el que cada día canta mejor, el que murió en Medellín y enlutó a toda Latinoamérica, el que estaba vivo pero como era coqueto y del accidente no salió indemne prefirió el anonimato, el francés-uruguayo o uruguayo-francés, el argentino por adopción, el más argentino que el mate, el soltero empedernido pero pretendido por infinidad de mujeres, el que tuvo un padre desconocido, el hijo de Berta, el apasionado por las carreras de caballos, al que 30.000 personas despidieron en el Luna Park, al que le piden milagros frente a su tumba de la Chacarita, el ferviente hincha de Racing aunque el fútbol mucho no le gustaba, el que tenía el número 218.125 como cédula de identidad..., en fin, muchas cosas podrías decirse de él. Pero a qué viene todo ésto... De lo único seguro, ante lo expuesto, es que jamás (repito jamás) posó para ser retratado ante el Obelisco. Pero cómo, si hay imágenes que así lo dicen. La respuesta es fácil y no hace falta explicar mucho: Carlos Gardel murió un 24 de junio de 1935, en Medellín, al chocar dos aviones -cuyos pilotos mantenían una disputa personal y comercial- donde además fallecieron amigos y músicos de su grupo, mientras que el ícono porteño y lugar de encuentro para protestas y festejos populares se inauguró la tarde del 23 de mayo de 1936, cuando el intendente Mariano de Vedia lo presentó en sociedad. Por ende fue difícil que se concretara esa imagen que es símbolo de muchos souvenirs de la Argentina y marquesina de populares pizzerías.

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