Endulzando los oídos (con historia)
Hace unos días quedó detenido un tal José Adolfo Paredes Márquez. Hasta ahí la noticia no tendría ningún tipo de relevancia de no tratarse de una persona que ayudaría a dilucidar uno de los más brutales asesinatos cometidos durante 1973 por la dictadura de Augusto Pinochet. El tal Paredes Márquez, hoy de 54 años, confesó ser uno de varios soldados que dispararon contra el cantautor chileno Víctor Jara (quien se hizo conocido en América Latina por sus canciones de fuerte contenido social, como Te recuerdo Amanda y El derecho de vivir en paz)por orden de mandos superiores del Ejército el 16 de septiembre de 1973.
El detenido relató que Jara recibió 44 balazos cuando estaba detenido en el Estadio Chile, un recinto del centro de Santiago que hoy lleva su nombre y donde la dictadura de Pinochet -que haba asumido cinco das antes- llevó a varios miles de opositores. "Hay que buscar los altos mandos. Yo sólo era un conscripto, no más", dijo.
Un informe del Centro de Investigación e Información Periodística reveló detalles estremecedores sobre las últimas horas de Jara a partir del 12 de septiembre, cuando el Estadio Chile se convirtió en un improvisado campo de prisioneros. Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y la muerte del presidente Salvador Allende, cerca de 600 estudiantes y profesores se amotinaron en la Universidad Técnica del Estado en Santiago en protesta por la ocupación militar. Entre ellos estaba Víctor Jara, que era profesor de esa universidad y estaba a punto de cumplir 41 años. Las fuerzas militares irrumpieron en la universidad llevándose a varios detenidos, entre ellos a Jara, emblema de la música de la izquierda latinoamericana.
Según Paredes Márquez, un subteniente "comenzó a jugar a la ruleta rusa con su revólver apoyado en la sien del cantautor. De allí salió el primer tiro mortal que impactó en su cráneo". El cuerpo de Víctor Jara cayó al suelo de costado. Paredes observó cómo se convulsionaba, mientras que el subteniente le ordenó a él y a los otros conscriptos que descargaran ráfagas de fusiles en el cuerpo del artista. La orden se cumplió. El mismo testigo indica que metieron el cuerpo de Jara en una bolsa y luego lo cargaron en un vehículo militar. Previo al triste desenlace, Jara fue interrogado al menos dos veces en los camarines del estadio y sometido a torturas, incluyendo la fractura de sus manos a golpe de culata, en símbolo del ensañamiento con que actuaron los agentes del régimen.
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