Mal vs. buen perdedor
Jaime Durán Barba, el estratego electoral ecuatoriano que ayudó a ganar a Francisco de Narváez la provincia de Buenos Aires en las elecciones del domingo en Argentina, siempre dijo que la escenificación de la derrota es clave para seguir gobernando o enfrentar una segunda vuelta.
Nunca quedó tan clara como ayer la importancia de este consejo estratégico. El ex presidente Néstor Kirchner y sus principales acompañantes en la lista de diputados por Buenos Aires que perdió ajustadamente con De Narváez, parecieron hacer todo lo posible por dar una imagen de derrota, cuando la diferencia, en realidad, fue de pocos puntos.
El mayor error fue demorar el reconocimiento de la derrota misma en el Salón Monserrat del Hotel Intercontinental. Aparentemente la meta era enfrentar las cámaras con la menor cuota de encendido posible y con los diarios ya cerrados, “para que se note menos”. Lo hicieron a las dos de la madrugada. Sin embargo este “truco” no pudo evitar que las cámaras muestren durante horas a filas raleadas de adolescentes seguidores recostados en el piso del hotel con rostros de derrota. Los medios informaban que se había cortado el catering y hasta el aire acondicionado con el objetivo de que se fueran solos.
Evidentemente alguien se percató del error, mandó a prender el aire acondicionado y le pidió al disc jockey que levantara los ánimos. Lo logró: los chicos se pusieron a bailar, y mucha gente se preguntó qué estaban festejando cuando no había nada de que alegrarse.
El mensaje implícito que transmitían fue peor: “no se animan a salir y encima mantienen engañados a sus seguidores”. Cabe recordar que, tres horas antes, un funcionario de segundo rango de la Secretaría de Medios había asegurado que sus encuestas de boca de urna daban a la lista de Kirchner “ganadora por seis puntos”.
Vale recordar que McCain reconoció la victoria de Obama a los pocos minutos de los primeros resultados. Lo felicitó calurosamente y se puso al servicio “del Presidente de los Estados Unidos”.
Cuando finalmente Kirchner subió al escenario acompañado de su segundo en la lista, el gobernador Daniel Scioli y el tercero, el jefe de Gabinete Sergio Massa, fue cuando cometió la mayor cantidad de errores.
Su semblante y el de sus compañeros de lista reflejaban abatimiento, mientras que su discurso fue minimizador: “perdimos por muy poquito”. Mientras ya se habían informado los resultados de todas las provincias, que lo daban perdedor en todos los distritos importantes del país, incluso en su natal Santa Cruz, trató de compensar afirmando que “ganamos en muchas provincias”. La imagen que transmitió fue grotesca.
En lugar de felicitar a su oponente con nombre y apellido, Francisco de Narváez, lo mencionó como “el rival”. Por el contrario, hizo innecesariamente alusión a que Gabriela Michetti no había hecho una gran elección en la ciudad de Buenos Aires. Pasando por alto que la candidata del centro-derechista PRO le había ganado por 7 puntos porcentuales al segundo.
Como acierto se puede remarcar que destacó que el resultado demuestra que no se concretaron los temores de fraude que circularon días antes de los comicios. Pero enseguida opacó esa virtud asegurando que seguirá trabajando “por el 2011”, refiriéndose a las próximas elecciones: o sea “no cambia nada, el gobierno sigue en campaña, pese a los enormes problemas del país”.
Luego, en la breve rueda de prensa organizada por su jefe de prensa, Alfredo Scocchimarro, dejó bien en claro que no piensa cambiar su estilo, ni dejar de lado su enfrentamiento con el sector agrario, lo que dio una imagen de cerrazón y mezquindad.
Muy por el contrario, una de las primeras frases de su breve discurso, en un desacostumbrado tono opaco y sin estridencias, fue que “vamos a retomar la iniciativa”, lo que sonó a “nos vamos a levantar para seguir peleando”, cuando ese estilo fue el castigado en las urnas. Lo que los medios hubiesen esperado era más bien “vamos a tomar nota del mensaje de las urnas”.
Y es importante lo que esperaban los medios, porque, aunque el encendido a esa hora hubiese sido menor que la medianoche, hora en la que a más tardar debió haber salido a felicitar a su rival, la imagen queda grabada, y los periodistas y la propia oposición se la pasan hablando de la “mala derrota”.
Hoy, lunes, el comentario fue la fea impronta que dejó la escenificación improvisada de la caída electoral. Podría haber sido todo lo contrario, con un Kirchner que se volvió un caballero de la política. Probablemente le sea difícil a un hombre con personalidad peleadora escenificar una derrota “deportiva”. Pero eso hubiese marcado la diferencia entre un buen y un mal perdedor. La opinión pública puede darle una oportunidad a un buen perdedor. Difícilmente lo haga con el mal perdedor.
Nunca quedó tan clara como ayer la importancia de este consejo estratégico. El ex presidente Néstor Kirchner y sus principales acompañantes en la lista de diputados por Buenos Aires que perdió ajustadamente con De Narváez, parecieron hacer todo lo posible por dar una imagen de derrota, cuando la diferencia, en realidad, fue de pocos puntos.
El mayor error fue demorar el reconocimiento de la derrota misma en el Salón Monserrat del Hotel Intercontinental. Aparentemente la meta era enfrentar las cámaras con la menor cuota de encendido posible y con los diarios ya cerrados, “para que se note menos”. Lo hicieron a las dos de la madrugada. Sin embargo este “truco” no pudo evitar que las cámaras muestren durante horas a filas raleadas de adolescentes seguidores recostados en el piso del hotel con rostros de derrota. Los medios informaban que se había cortado el catering y hasta el aire acondicionado con el objetivo de que se fueran solos.
Evidentemente alguien se percató del error, mandó a prender el aire acondicionado y le pidió al disc jockey que levantara los ánimos. Lo logró: los chicos se pusieron a bailar, y mucha gente se preguntó qué estaban festejando cuando no había nada de que alegrarse.
El mensaje implícito que transmitían fue peor: “no se animan a salir y encima mantienen engañados a sus seguidores”. Cabe recordar que, tres horas antes, un funcionario de segundo rango de la Secretaría de Medios había asegurado que sus encuestas de boca de urna daban a la lista de Kirchner “ganadora por seis puntos”.
Vale recordar que McCain reconoció la victoria de Obama a los pocos minutos de los primeros resultados. Lo felicitó calurosamente y se puso al servicio “del Presidente de los Estados Unidos”.
Cuando finalmente Kirchner subió al escenario acompañado de su segundo en la lista, el gobernador Daniel Scioli y el tercero, el jefe de Gabinete Sergio Massa, fue cuando cometió la mayor cantidad de errores.
Su semblante y el de sus compañeros de lista reflejaban abatimiento, mientras que su discurso fue minimizador: “perdimos por muy poquito”. Mientras ya se habían informado los resultados de todas las provincias, que lo daban perdedor en todos los distritos importantes del país, incluso en su natal Santa Cruz, trató de compensar afirmando que “ganamos en muchas provincias”. La imagen que transmitió fue grotesca.
En lugar de felicitar a su oponente con nombre y apellido, Francisco de Narváez, lo mencionó como “el rival”. Por el contrario, hizo innecesariamente alusión a que Gabriela Michetti no había hecho una gran elección en la ciudad de Buenos Aires. Pasando por alto que la candidata del centro-derechista PRO le había ganado por 7 puntos porcentuales al segundo.
Como acierto se puede remarcar que destacó que el resultado demuestra que no se concretaron los temores de fraude que circularon días antes de los comicios. Pero enseguida opacó esa virtud asegurando que seguirá trabajando “por el 2011”, refiriéndose a las próximas elecciones: o sea “no cambia nada, el gobierno sigue en campaña, pese a los enormes problemas del país”.
Luego, en la breve rueda de prensa organizada por su jefe de prensa, Alfredo Scocchimarro, dejó bien en claro que no piensa cambiar su estilo, ni dejar de lado su enfrentamiento con el sector agrario, lo que dio una imagen de cerrazón y mezquindad.
Muy por el contrario, una de las primeras frases de su breve discurso, en un desacostumbrado tono opaco y sin estridencias, fue que “vamos a retomar la iniciativa”, lo que sonó a “nos vamos a levantar para seguir peleando”, cuando ese estilo fue el castigado en las urnas. Lo que los medios hubiesen esperado era más bien “vamos a tomar nota del mensaje de las urnas”.
Y es importante lo que esperaban los medios, porque, aunque el encendido a esa hora hubiese sido menor que la medianoche, hora en la que a más tardar debió haber salido a felicitar a su rival, la imagen queda grabada, y los periodistas y la propia oposición se la pasan hablando de la “mala derrota”.
Hoy, lunes, el comentario fue la fea impronta que dejó la escenificación improvisada de la caída electoral. Podría haber sido todo lo contrario, con un Kirchner que se volvió un caballero de la política. Probablemente le sea difícil a un hombre con personalidad peleadora escenificar una derrota “deportiva”. Pero eso hubiese marcado la diferencia entre un buen y un mal perdedor. La opinión pública puede darle una oportunidad a un buen perdedor. Difícilmente lo haga con el mal perdedor.
Vía Diego Dillenberger-Newsletter revista Imagen
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