¿Pingüino o Twitter? Los dilemas de Twitterman

Sería lógico pensar que a los funcionarios públicos de alto rango no les sobra el tiempo; se supone que sus obligaciones consumen gran parte de su día. Entonces, que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, haya reconocido en el programa ‘The View’, de la cadena ABC, que “un chico de 20 años twittea un montón desde la cuenta presidencial”, no debería sorprender a nadie.

En el caso del gobierno argentino, sucede lo contrario: Al ya famoso canciller “Twitterman”, como fue apodado irónicamente Héctor Timerman, reemplazante del saliente Jorge Taiana en el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, encara la twittermanía como algo personal y a lo que le dedica bastante tiempo. Desde que asumió, hace poco más de un mes, el ex embajador en los Estados Unidos comenzó a llamar la atención no sólo por sus acciones como funcionario sino por la gran cantidad de tweets que publica por día en la red social. El funcionario, que se convirtió en una estrella ascendente de la twittósfera argentina, con más de 13 mil followers, defendió su frecuente uso de Twitter y sus constantes ciber-agarradas con periodistas del diario La Nación, Clarín y legisladores opositores, explicando que para él es una forma de estar en “contacto directo” con la gente.
Los periodistas de esos medios suelen criticarlo porque reemplaza conferencias de prensa u otras formas de informar al periodismo con la comunicación por Twitter, sin filtros y abierta. Otros, sin embargo, elogian que, a diferencia del jefe de Gabinete argentino, Aníbal Fernández, no bloquea a los periodistas disidentes: algo que no es poca cosa en un gobierno con serias dificultades para vincularse normalmente con el periodismo.
Por si quedaba alguna duda, unas semanas atrás aclaró que es el único que conoce la contraseña de su cuenta de esa red social, con lo que confirmó que todas las declaraciones son de su autoría.
A través de los 140 caracteres defendió unas 1.600 veces su labor como diplomático y se peleó con periodistas de Clarín y La Nación en reyertas memorables reproducidas luego ampliamente en los medios convencionales. En una nota de fines de julio, el periodista Pablo Sirvén, de La Nación, disparó: “Afuera hay un mundo complejo que exigiría la atención de un ministro de Relaciones Exteriores en serio y a tiempo completo: el Mercosur, las relaciones no siempre plácidas con los países limítrofes, Venezuela, Estados Unidos, Europa, la posibilidad de abrir nuevos mercados en otros continentes. Él, en cambio, prefiere seguir enfrascado dentro de Twitter, como el militante virtual perfecto convencido de que desde allí terminará disciplinando al periodismo para ofrendárselo, con moño de regalo, al matrimonio presidencial”.
Volviendo al principio: Obama tendría más que perder al declarar que no twittea personalmente, ya que hizo (y hace) de las redes sociales y las nuevas tecnologías un pilar fundamental de su ascenso político; sin embargo, fue perfectamente honesto al respecto.
Sin embargo, aunque no recomiendan reemplazar una política de relación con los medios, muchos asesores de comunicación política recomiendan que quien maneje el Twitter por un político, si es inevitable tercerizar su uso, debe tener bastante seniority como para estar a la altura de la enorme repercusión de sus mensajes de 140 caracteres y señalan la metida de pata de Nestlé ante un ataque en facebook liderado por Greenpeace: la corporación suiza también tenía un veinteañero al mando de las redes sociales.

Vía Update revista Imagen

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