El decálogo de Gay Talese
Gay Talese ha sabido reinventarse. Comenzó como reportero a mediados del siglo pasado, en un periódico estricto y rígido como The New York Times, y gradualmente se convirtió en el mejor cronista de los Estados Unidos, un puesto que aún hoy le pertenece. Ha entrevistado a artistas, atletas, mafiosos y personajes anónimos en todo el mundo y ha pasado de ser un redactor raso a hacer libros que se convierten automáticamente en best-sellers. Aunque a veces la suerte ha ayudado, o las coincidencias, casi todo el trabajo de Talese ha sido fruto de una labor disciplinada y obsesiva que comenzó en su infancia. Aquí hay algunas claves que él ha utilizado y que le han servido para convertirse en un cronista legendario.
1 Empiece su carrera temprano.
El periodismo es una vocación, a veces a pesar de uno mismo. Aunque Gay Talese nunca fue el mejor alumno en la clase de inglés, desde que estaba joven colaboró con el periódico del colegio, donde cubría deportes y, paralelo a eso, fue corresponsal del Atlantic City Daily, un diario de su ciudad, donde cubría temas estudiantiles. Más tarde, en la universidad, donde estudió periodismo, tenía una columna en el semanario del campus llamada “Gayzing”, donde, como él mismo lo explica, mezclaba humor con lambonería.
2 Tenga los ojos abiertos y los oídos atentos.
Desde niño, Gay Talese escuchaba las conversaciones de sus padres, tanto en la boutique de su mamá como en la sastrería de su papá. Cuando tenía dieciséis, entró a la tienda un cliente nuevo, Garet Garrett, que trabajaba en la mesa editorial de The New York Times. El joven Talese se escondía mientras lo escuchaba hablar con su padre sobre Aldoph Ochs, el dueño del periódico, y tomaba notas. No solo le sirvieron para hacer un informe para el colegio, sino que esas anotaciones fueron la semilla para el exitoso libro The Kingdom and the Power, que fue publicado en 1969 y que hablaba sobre el todopoderoso Ochs. Esa costumbre de escuchar conversaciones ajenas la mantuvo cuando era reportero del Times, donde dice que veía lo que los viejos estaban leyendo y anotaba los títulos para comprarlos y luego, en la cafetería, los escuchaba hablando de esos mismos libros.
3 No tergiverse los hechos, pero sí dé rienda suelta a su imaginación.
En la época en la que Talese trabajaba en The New York Times, era casi un sacrilegio escribir “literariamente”, como Tom Wolfe y otros ya lo hacían en diarios menos tradicionales. Desde entonces, Talese siempre sostuvo que la escritura de noticias puede ser literaria y al tiempo veraz. Aún hoy dice que no modifica los hechos, pero que añade detalles de ambiente y descripciones de los personajes para que el lector sienta que narra una saga y no se limita a escribir una noticia.
4 Busque temas.
Proponga temas a los editores. Los verdaderos periodistas, como Talese, tienen unas obsesiones que persiguen, así no haya quién publique las historias. Primero está la idea, luego habrá a quién vendérsela o, en el peor de los casos, servirá en un futuro para un libro o para cultura general. Cada quien tiene unos temas que lo obsesionan. En el caso de Talese, él no busca hacer reportajes sobre los poderosos, los ganadores, los famosos. Por el contrario, casi siempre está más interesado en aquellos a quienes olvida el mundo. El atleta mediocre, el chef fracasado, aquellos que pueden contar la historia desde el punto de vista que nadie ve.
5 Vea la imagen completa.
Muchos periodistas se limitan a reportear el día a día, a cubrir una noticia, sin preocuparse por ver en qué contexto se produce. Cada vez que Talese ve una historia potencial piensa en el contexto más amplio y en cómo esa pequeña historia —que puede ser un matrimonio interracial, por ejemplo— puede servir para ilustrar una realidad más amplia —como la lucha de clases en el sur de Estados Unidos—. Para hacer esto es necesario ser un lector incansable y obsesivo. La lectura no debe limitarse a los titulares de la prensa, sino que debe comprender desde las noticias mínimas, esas que nadie toma en cuenta (Talese descubrió la historia de Lorena Bobbit —la que le cortó el pene a su marido— por una nota en la sección científica del periódico), hasta las novelas y los libros de historia.
6 Adquiera una rutina de escritura.
Cualquiera que le funcione es válida. La de Talese es así: a las ocho de la mañana está sentado en su escritorio, con una bandeja de muffins y un termo de café caliente. Escribe durante cuatro horas y a las 12 va a una cafetería cercana y almuerza algo ligero, seguido por un partido de tenis con sus amigos. A las cuatro regresa a su oficina y lee lo que escribió en la mañana y se dedica a corregirlo. A las ocho de la noche tiene en su mano un dry Martini de ginebra y se prepara para comer. También debe tener un ambiente de trabajo que funcione para usted, con equipos adecuados. Gay Talese casi siempre usa una Olivetti vieja porque no le gustan los computadores. Sus notas las clava en icopor, que le resulta más económico que el corcho, y en un archivador metálico guarda todos sus proyectos, marcados con el nombre y la investigación que ha hecho en cada uno de ellos.
7 Sea meticuloso.
No solo es importante hacerlo en el proceso de escritura, sino más adelante. Recuerde que su nombre y su reputación están en juego.Talese es un excelente ejemplo de la meticulosidad en la escritura, por la lentitud del proceso. “Escribo una frase muchas veces. Cuando siento que quedó bien, paso a la siguiente. Y luego a la siguiente, hasta que haya completado un párrafo. Después sigo el mismo proceso con varios párrafos hasta completar unas tres o cuatro páginas en papel amarillo a rayas. Cuando he hecho esto, las paso a limpio en mi máquina de escribir y vuelvo a leerlas. Si encuentro un error de escritura, paso la página de nuevo. Y si en el camino se me ocurren otras ideas, vuelvo a escribirla”, dice. Sin embargo, es un buen ejemplo de la obsesión por ver las cosas bien una vez se han publicado. Cuando trabajaba en The New York Times y salía de su oficina, esperaba en un kiosco a que llegara la primera edición del periódico en la noche para ver cómo había salido su nota. Si los editores le habían cambiado mucho, llamaba a la mesa de redacción para pelear con el encargado de la edición nocturna, y le leía una copia de su texto original. Cuando no ganaba la batalla, prefería pedirle que entonces le quitara la firma a un texto que, pensaba él, no era de su autoría.
8 Investigue.
Según Gay Talese, la investigación es más o menos el cincuenta por ciento de su trabajo periodístico. De cada idea que se le ocurre (normalmente trabaja en tres al tiempo) lleva una carpeta con toda la información que pueda recoger: notas, recortes de prensa, monólogos interiores, trozos de novelas, documentos oficiales, fotografías, entrevistas, en fin. Talese es capaz de viajar al otro lado del mundo para seguir una pista que tal vez no lo lleve a ningún lugar. De igual forma, puede durar meses buscando una entrevista con un personaje que no le diga nada nuevo. Nada de eso le importa. Lo que realmente interesa, a la larga, es el resultado.
9 Aprenda a entrevistar.
Cuando Talese llega a una entrevista ya conoce el tema, lo ha investigado y muchas veces los entrevistados no dicen nada nuevo, pero él se hace una idea de cómo son en persona, de cuál es el ambiente que los rodea y así las descripciones son más acertadas. Una vez empiezan a hablar, Talese toma nota atenta de lo que dicen, no solo para indicarles que están “on the record” sino para mostrar un respeto por sus palabras, aunque muchas veces no estén diciendo nada interesante. Cuando el entrevistado se ciñe a un libreto preestablecido, Talese interrumpe la charla para hacer una pregunta que no tiene nada que ver con el tema. Algo que los deje fuera de base, que los descoloque tanto que los entrevistados no sepan cómo contestar y así terminan casi siempre diciendo la verdad. Esa es la única ocasión en la que se permite el lujo de interrumpirlos. Dice, sin embargo, que cuando un personaje titubea, trastabilla y no sabe cómo responder algo, el entrevistador debe mantener silencio. Son esas dudas las que le dicen al periodista mucho más que las certezas.
10 El periodista nunca es protagonista.
Es un observador y un escucha de lo que ocurre. “Los periodistas vivimos vicariamente a través de nuestros entrevistados. Somos sus voceros”, dice Talese, que con frecuencia se hace amigo de sus fuentes, las invita a comer, les habla largo rato y termina haciendo que confíen en él. Aunque la objetividad no existe, Talese dice que fue entrenado para dejar a un lado sus sentimientos, y aún más, para no ser el personaje de ninguna de sus historias. “Soy un fastidioso exponente de la no ficción, o sea, un reportero que no quiere cambiar nombres, que no quiere hacer personajes compuestos de personas que ha conocido en la vida. Existe un conflicto de interés entre mi oficio como escritor y yo como sujeto de mi historia”.
Comentarios