Bonelli: "Es difícil ser pisciano en este mundo"
Con una trama contemporánea y porteña que entrecruza la astrología, el mundo de la música y las adicciones, la escritora cordobesa Florencia Bonelli, referente de la novela históricoromántica y la autora más vendida de la Argentina, cuenta en El hechizo del agua la historia entre la pisciana Brenda Gómez y su amado virginiano Diego Bertoni.
"Escribir y leer es mi forma de meditar, me hacen
olvidar de todo. No tengo una técnica: escribo con pasión y con personalidad
lectora", cuenta Bonelli.
Pasaron más de veinte años desde que la narradora entendió
que quería dejar de ser contadora para dedicarse a contar historias de amor y
aquel proceso de autodescubrimiento -que homenajea desde la trama de su última
novela- la llevó a vender más de 3,5 millones de ejemplares. Su carrera comenzó
en 1999 con la primera parte de Indias
blancas -la trilogía
en torno a la joven que a fines del siglo XIX viaja a Córdoba y se enamora de
un indio ranquel- y generó un torbellino de títulos como Caballos de Fuego, Marlene, Me llaman Artemio Furia y Lo que dicen tus ojos, entre
otros.
"El hechizo del agua" llegó a las librerías
hace pocos días y ya lidera los rankings de
ventas. Es la cuarta y última historia de la serie Nacidas, en la que la autora relató la vida y los amores de cuatro jóvenes
argentinas que descubren la astrología como
herramienta de autoconocimiento.
- ¿Cuál es la idea germinal que inspiró la historia
de Brenda y Diego, los protagonistas de la novela?
- La novela es la última parte de "Nacidas". Pero la concebí como el más peculiar
de la saga porque Piscis es el más complejo del zodíaco y el que reúne a todos
los demás. Es un libro de mucho dolor. Es difícil ser pisciano en este mundo.
Esto me llevó a abordar dos temas muy vinculados con el signo: las adicciones
si neptuno está muy mal puesto en la carta y la música que les permite
transmitir ese mundo de sueños. Esta derivación me permitió perfilar toda la
historia.
- ¿Tus conocimientos sobre astrología crecieron a la par
de tu carrera literaria? ¿O son anteriores a que decidieras dejar la
contabilidad para dedicarte a la literatura?
- Descubrí la astrología a los cuarenta años, cuando
llevaba quince escribiendo. Ojalá la hubiera descubierto a los quince, hubiera
vivido la vida de una forma totalmente distinta y hubiese enfrentado mi
existencia: en vez de encajar hubiera entendido que llegué totalmente
preconfigurada. Como todo lo que despierta mi curiosidad, me convertí en una
gran investigadora y hasta tomé clases. Creo que fue un viaje de ida, entendí
cómo era, conseguí un mapa.
- Algunos de tus personajes se muestran reacios a creer
en la influencia de los astros.
- Es que a mí me pasó eso, era absolutamente
incrédula. Vengo de una familia de clase media, padres muy católicos y
conservadores. Y en mi familia la astrología era una cosa de supersticiosos e
ignorantes. Y bueno, creo que los ignorantes éramos nosotros porque lleva miles
de años estudiándose, desde los sumerios. Y fue muy bastardeada por la Iglesia
católica, creo que porque al ser una herramienta de autoconocimiento que te libera.
Y como todo lo importante en mi vida llegó a través de un libro que me
prestaron: Los signos del zodiaco y su carácter de Linda Goodman. En el subte
empecé a leer Virgo, el signo de Miguel, mi marido y desde el primer párrafo hasta el último me
impactó, el perfil perfecto. En casa, se lo leí y empezó a reírse a carcajadas.
Esa evidencia nos aplastó. La energía electromagnética que afecta a todos los
planetas de la galaxia también nos afecta a nosotros.
- Brenda, el personaje principal, también decide
abandonar los números cuando se encamina en un proceso de autonocimiento y deja
la facultad. ¿Fue un homenaje a aquello que te pasó a vos?
- Sí, seguro. Conté el proceso de autodescubrimiento
de la protagonista como un homenajea al que viví yo. Cuando ella accede a su
carta natal lo que se descubre es una foto en lenguaje planetario. Algo así me
ocurrió a mí.
- La novela, a diferencia de otras de tus historias, es
contemporánea. ¿Sobre qué temas investigaste esta vez para poder dar cuenta del
mundo de los personajes?
- Investigué sobre distintos géneros de música, sobre
los órganos involucrados cuando cantamos y leí sobre pedagogía del canto.
También leí mucho sobre adicciones porque si bien me daba cuenta de que era una
suerte de esclavitud, nunca había estado en contacto con adictos y no conocía
de cerca cómo era esa lógica.
- Te definís como una lectora
que escribe y defendés
una literatura que apunta a entretener. ¿Con
qué herramientas narrativas seducís al lector para que te acompañe en libros que muchas veces
superan las 500 páginas?
- Leo desde muy chiquita y no tengo períodos en los
que no leo, siempre estoy con algún libro. Entonces sé bien lo que quiero y lo
que me atrapa. Cuando me siento a escribir, está a cargo esa persona: quiero
contar una historia que me brota y lo hago con la mente para usar el lenguaje
pero con una pasión que no es racional. Es sin pretensión. Escribir y leer es
mi forma de meditar, me hacen olvidar de todo. No tengo una técnica: escribo con
pasión y con personalidad lectora. Y uso ese criterio con lo que escribo,
necesito mientras escribo que me interese como lectora, que me den ganas de
seguir leyendo.
- ¿Y si eso no pasa?
- No quiero sonar agrandada o presuntuosa, pero en
general eso no me pasa. Y no es por el tipo de trabajo previo que hago en mi
cabeza antes de avanzar en el documento en la computadora. Empiezo los libros
cuando ya los tengo bastante elaborados en las tripas. Voy investigando y me
voy relatando la historia a mí misma. Pienso en eso todo el día. Cuando me
siento, ya sé por dónde van las líneas principales. Corrijo mucho en las
relecturas, me interesa que el texto sea ligero y le voy quitando
adjetivaciones que sobran o párrafos aburridos. Quiero que la novela sea fácil
de leer y que le haga compañía al lector.
Comentarios